miércoles, 12 de mayo de 2010

Gente negativa / 5





Damián Levy y Demetrio Jarama bebían un Bayley’s en la terraza del bar La Trama. Levy se alisó el grueso bigote, y con los excesivos ademanes de siempre, inició la conversación. Como de costumbre, fue el primero en empezar. Jarama escuchaba:
–Mira esos señores de aquella mesa, fumando sus estúpidos cigarrillos. No puedo evitar verlos como seres inferiores. La debilidad mental del fumador queda demostrada en su incapacidad de desprenderse de este hábito primario e inútil. El bebedor, al menos en sus comienzos, ingiere líquidos con su correspondiente cuota de agua. Pero ¿el fumador?

Dio un sorbo a su vaso de ancha boca y pesada base. Uno de los cubos de hielo fue a dar a la punta de su nariz.
-–¿Y esos de allí? Escúchalos. Gente simple, inferior y retrógrada hablando del chupete social de nuestros días, de esa religión estupidizante llamada fútbol. Individuos que prefieren escuchar gritos de gol antes que la propia voz de su conciencia. Así se evaden con algo que no guarda ninguna relación con ellos. Si te evades con un libro, por ejemplo, al final siempre acabas entroncando aquello que lees con tu propia existencia. ¿Pero con el fútbol? Veintinosecuántos tipos corriendo sobre un césped verde para ser más ricos y conocidos. Más ricos y conocidos ellos, pero no quienes los miran, que cada día se alejan más y más de sí mismos.

Se escarbó con la lengua un trozo de carne apretujado entre dos premolares, quizás restos de la comida del mediodía.
–He dicho religión. Y no quiero volver a tocar el tema del que siempre te hablo, Jarama. Pero no puedo evitar subrayar mi sentimiento. No es ya una antipatía, sino una pena que siento por esos individuos tan mínimos que se persignan, que respetan dogmas sin cuestionarse, que consideran su vida menos importante que un par de maderas en cruz, que rehúsan hablar de la muerte por miedo a que el sólo hecho de mencionar la palabra “muerte” los acabe matando… Gentes que creen en un dios que en su puta vida han visto, sin sospechar que el verdadero dios está dentro de ellos. Gentes de un solo libro, mediocres, que nunca se darán cuenta de quiénes son realmente.

Largó un corto chorro de aire por la nariz peluda. Sonrió mirando el fondo de la copa casi vacía.
–Gentes de un solo libro… Miro en los autobuses y en las plazas y no puedo dejar de experimentar una mezcla de desprecio y ternura por la ingenuidad de aquellas personas que se dicen “lectores” al tener bajo sus brazos libros de ignotos “autores”. –Levy hizo el gesto de comillas con los dedos al pronunciar lectores y autores–. Sienten orgullo por su elección, como si hubiesen sido ellos quienes eligieron los libros que tan orgullosamente llevan bajo el brazo. ¡Menuda ingenuidad! ¿Por qué coño tengo que leer a un sueco que me ponen hasta en la sopa, cuando yo tengo ganas de leer a Balzac? Y así están las treintañeras que se creen cultas por hojear (porque ni siquiera leen, sólo hojean) basuras como Coelho, Louise Hay, Brown, Zafón… Letras que no llevan a nada, que hunden, que aumentan la neblina en lugar de disiparla. Ya lo dijo Eco: “En el mundo hay millones de libros hermosos que nadie lee”. Y yo agrego: “…y hay miles de libros de mierda que lee todo el mundo”.

Con su jactancia característica, Levy tosió y levantó el dedo para pedir un segundo Bayley’s. Se pasó la mano por la perilla y asintió, aún masticando la rabia que le generaban las ideas que acababa de exponer a su amigo. Pero se sentía satisfecho de comprobar que sabía lo que sabía. A un metro de distancia, mientras tanto, su amigo Jarama lo miraba con una sonrisa blanca, calma, aunque no había escuchado una sola palabra de las pronunciadas por Levy. Él sólo se había dedicado a disfrutar de la brisa primaveral que le acariciaba las mejillas.

1 comentario:

Raúl dijo...

Ah, la eterna discordia de los bestseller: todos aspiran a escribirlos y ninguno a aceptarlos. Una psicografía muy castiza. No conozco ningún otro sitio donde generen tantos artículos y tanta charla...