jueves, 4 de febrero de 2010

Efecto domingo por la tarde / 2





Puto domingo de mierda, estos domingos por la tarde los ecos de los pasos suenan más fuerte, mis aurículas y ventrículos bombean hundidos en la espesura. Abro los ojos y estoy desnudo en un charco de estiércol, en una pradera verde, fría, lejos, quizás al norte de Escocia, sólo y tosiendo, me revuelvo en el barro, desnudo, mientras grito, mientras lloro para que alguien venga a mi rescate, pero no hay alma a cien kilómetros a la redonda, grito y grito hasta que la lengua salga hacia fuera, después el paladar, los dientes, y después el resto de mi organismo sale al exterior, el esófago, la tráquea, el estómago, los intestinos, me doy vuelta como un calcetín, los órganos me cuelgan y sigo dando vueltas sobre el barro, y el grito se eleva, evapora, se hace trueno, invade el aire, hace caer las hojas de los sauces, remueve las aguas del lago, lago frío y ventoso, y me revuelco más y sé que mañana será lunes y nada de lo que hoy lloro mañana tendrá validez, mis lágrimas tienen fecha de caducidad, siempre caducan los domingos por la tarde.

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