martes, 1 de diciembre de 2009

Conclusiones cientificistas / 2




Willhemm Klein, semiólogo y licenciado en comportamiento humano de la Universidad de Hamburgo, dedicó los últimos catorce años de su vida al estudio de la cantidad de palabras que las personas de sexo femenino pueden emitir en el menor lapso de tiempo posible, así como en el por qué de la compulsión femenina al acto del habla. Para lo cual, el doctor Klein creo un espacio enteramente transformado en su laboratorio: abrió un café bar con un aparador que contuviera montones de revistas Hallo y diarios Bild, con fotos de Audrey Hepburn en las paredes, donde se serviría granadina y mucho café descafeinado. Un ambiente propicio para el encuentro de mujeres que hablen de sus temas: desencuentros amorosos, consecuencias de la menopausia, el avance de las varices, peluquería, hijos, más menopausia y etcéteras varios. Klein situó micrófonos secretos bajo las mesas, cuyos sonidos eran registrados por una grabadora conectada a un ordenador. Después de varios años de capturar miles de discusiones, infinidad de confesiones, ingentes cantidades de llantos y montones de risas agudas, Klein cerró el bar para dedicarse con afano a la segunda parte del experimento: analizar en su laboratorio hasta la más mínima palabra emitida por esas miles de mujeres que pasaron por el Kleinbar. Noches enteras con un enorme auricular, complejos programas de sonido y tratados de comportamiento humano como bibliografía de base fueron los compañeros del doctor durante meses. Pero su cordura no lo soportó. Klein se cortó las venas en la bañera una neblinosa tarde de enero. Su hijo, Johanness Klein, continuó la obra de su padre, y llegó a la conclusión de que las palabras que habían sido pronunciadas en ese bar –dejando de lado conjunciones, proposiciones y artículos– habían sido sólo ciento cincuenta y cuatro, vocablos que se habían repetido hasta el hartazgo una y otra y otra vez, mesa por mesa, año tras año. A fin de mantener el orden público y respetar la voluntad de su padre, el doctor Klein hijo prefirió no publicar nunca los resultados del complejo análisis.

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