martes, 1 de diciembre de 2009

Narraciones en un dedal / 1
Aragó esquina Balmes




Patricia está a punto de dormirse. Sonríe y, en su duermevela, entresueña con caras de gente que pasan veloz. Sonríe, ya no se puede sacar la sonrisa de la cara. Ve caras y caras por todas partes, caras de todo tipo, de narices grandes, de frente chata, mejillas pobladas, caras barbudas, oscuras, rubias, secas, granosas o maquilladas. Patricia está convencida de que ve más caras por minuto que cualquier otra persona. Patricia cierra los ojos, quiere conciliar el sueño, pero se le aparece una viejecita:
–No, gracias, joven.
Se gira hacia la derecha, arrellana la almohada y larga un hilo de aire.
–No puedo, tengo prisa –le dice la cara de un hombre con corbata y maletín.
Patricia está por dormirse, pero igual sonríe. Abre y cierra la boca, se masajea las mejillas, pero no se puede sacar esa sonrisa. Tampoco consigue alcanzar la tierra de Morfeo. Mira el reloj: las dos de la mañana. Mañana tiene que levantarse a las siete para ir a la esquina de siempre, y por la tarde estudiar para el examen. Un chico con rastas interrumpe sus pensamientos:
–No guapa, lo siento –le dice el zaparrastroso con otra sonrisa y un guiño del ojo derecho.
Patricia se levanta, va al lavabo a lavarse la cara. Caras, más caras son lo que ve en su camino hacia la pica, aunque tenga los ojos abiertos. Un chino, una rubia vestida de escolar, un abuelito de boina negra, una señora teñida de rubio, tres quinceañeras.
–No, no puedo.
–Por favor, no me molestes, tengo prisa.
–I don’t speak spanish.
–Que me dejes en paz, coño.
–No, gracias.
Patricia llega al lavabo y se lava la cara. Con el agua corriendo, y sin poder quitarse la sonrisa, se repite a sí misma:
–¿Tiene un minuto para Médicos Sin Fronteras?
Levanta la cabeza de la pica. El espejo le devuelve una frente suave, sin arrugas. Unos cabellos morenos y ondulados. Y donde debería estar su rostro, una extensa capa de piel. Su rostro borrado, sin ojos, sin nariz, sin mejillas ni mentón.

No hay comentarios: