lunes, 15 de junio de 2009

La literatura es venganza...

–¿Sí?
-¿Me cobras la caña que me he bebido, porfa?
-Muy bien. Sería 2,90.
-¿Cómo 2,90?
-Sí, 2,90.
-Pero si en el cartel que está ahí atrás dice claramente 1,50.
-Ah no, pero eso es sólo hasta las 20. Después de esa hora es 2,90.
-Pero son las ocho y cuarto.
-Por eso mismo.
-¿Y entonces por qué mierda no lo aclaras en ese puto cartel?
-¿Qué has dicho? Cuida el lenguaje y paga tu cerveza.
-No te pago una mierda, estafador hijo de puta. Éste es el vaso en el que he bebido. Mira cómo lo rompo contra la barra.
-¿Qué haces, desgraciado?
-Y ahora te clavo esta punta filosa en el ojo. ¡Toma!
-¡¡¡Ahhhhh, noooo. Ahhhhh, desgraciadooo. Médico, un médicooooo!!!



Ciertas veces nos enfrentamos a sucesos injustos a los que quisiéramos cambiarle el desenlace. Sucesos que, incluso, pueden ser de los más banales. Por suerte tenemos el arma letal más efectiva que puede existir, mucho más que la bomba de hidrógeno, las armas biológicas o las flatulencias que expele el desubicado de turno en el metro a las 8 de la mañana... La literatura. Arma de doble filo, arma seductora, peligrosa, hermosamente peligrosa...

El diálogo anterior ha sido un hecho real, excepto la parte en cursiva. Pero bien me hubiera gustado que así hubiese acabado la escena (mhujahujaju... risa malévola estilo Bela Lugosi).

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