miércoles, 14 de enero de 2009

En exclusiva… el discurso de presentación de mi libro





Discover Padam!



Algo es algo: no tengo libro publicado, pero ya tengo discurso. Éste será mi plan: llegaré tarde a la presentación, muy tarde, justo antes de que toda la concurrencia esté a punto de explotar de furia. Entraré caminando con total despreocupación, con la camisa fuera y rascándome el cuello. Importante no haberme afeitado (ni bañado) en un lapso de diez días. Me subiré al escenario, me sentaré junto a mi editor con insoportable parsimonia, me arremangaré la camisa sudada, pegaré el chicle que mastico bajo la mesa y me dispondré a hablar.

“Buenas noches. Las presentaciones de libros son un completo aburrimiento. Son verdaderamente insoportables. Al menos a mí siempre me aburrieron. Y más cuando se trata de un autor desconocido como yo. Para qué he de aguantar dos horas escuchando a un tío que habla de lo guay que es y de lo buenísima que está su novela, cuando puedo usar ese tiempo leyendo la contraportada, la crítica en el suplemento cultural del día siguiente o, mejor aún, leer el libro mismo. Y de esa manera, si es malo, despedazarlo con fundamento.

Este tipo de eventos son sólo un alimento al ego del autor para disminuir su complejo de inferioridad. Ya que, en general, la motivación intrínseca de comenzar a incursionar en la escritura es porque se tiene un ego demasiado bajo. Y esto lo digo aunque muchos de vosotros ahora estéis diciendo que no con la cabeza. Por su parte, aquel autor que ya ha publicado, que es conocido y respetado, es, por el contrario, de esos que tienen el ego tan pero tan alto que al final escriben libros solamente como excusa para que su editor le prepare una pomposa presentación (con bastante champagne y canapés), y el autor compruebe su nivel de popularidad, que es lo mismo que decir su nivel de ego.

Sé que soy un completo desconocido. La gente que está aquí presente no viene por amor a la cultura ni admiración hacia mí; qué admiración pueden tener, si ni siquiera leyeron el texto de la invitación. Tampoco vienen aquí para ser testigos de un momento memorable. Están aquí por solidaridad. “Pobre… vamos a la presentación de su libro, que le hace tanta ilusión. Y es más, ¿qué tal si lo compramos? Total… son diez euros”.

Pero en definitiva, toda esta absurdidad no es más que una vil y trillada estrategia de marketing del nefasto individuo que está sentado aquí a mi lado. Un tipo al que no le importa realmente lo que se diga o no de esta novelita, él sólo quiere que se hable de ella, que se hable lo que sea. Y por supuesto, que al final todos y cada uno de vosotros se vaya con su ejemplar bajo el brazo, que suene el tintineo de esa caja que está ahí a la salida. Os aconsejo que no compren el libro, os insto fervientemente a que no lo hagáis, porque de esos diez solidarios euros yo sólo veré cincuenta céntimos. De lo único que estoy seguro es que muchos de vosotros se estará sintiendo contrariado, alegre, extrañado, enfadado o perplejo… pero ninguno habrá sentido aburrimiento. Adiós, buenas noches.”


Rodeado de un rumor oscuro, me bajaré del escenario, pasaré por entre el público y levantaré mis dedos mayores. Incluso había pensado en suicidarme delante de las cámaras. Pero no, eso sería mejor hacerlo después de haber firmado un par de ejemplares.

(MP3 del post: Padam, de Les Papillons)

1 comentario:

se corto la luz! vuelvan mas tarde dijo...

Este post y el del perrito me hicieron acordar el otro dia cuando, viajando en el metro, suben dos niñas entre 3 y 6 años descalzas y sucias,las que pedían por favor darles unas monedas para comprar la leche del dia. Mire al pasajero que estaba a mi lado y ambos negabamos con la cabeza dicho situacion. Que impotencia al ver a esas niñitas inocentes solas en la calle mendigando, que injusta es la vida con algunas personas...oops me dicuenta que casi me paso de estación; no vaya a ser cosa que llegue tarde al salon de belleza