viernes, 26 de diciembre de 2008

Una carta


Muy estimado editor:

Le agradezco con calidez la misiva por usted enviada. De hecho, es la primera vez que recibo una carta de respuesta de esta índole. Déjeme decirle que nunca, jamás de los jamases, uno de sus colegas había tenido la deferencia de enviarme una respuesta de negativa a mi remesa. Todo ha sido silencio o, mejor dicho, cruel indiferencia. Después de haber gastado ingentes cantidades de dinero en impresiones a chorro de tinta blanco y negro en la fotocopiadora de la esquina de casa, de acudir una vez al mes a la oficina de correos, de ser atendido cada primer lunes de mes por la misma empleada, una rubia algo excedida de peso llamada Carmen. Después de cambiar y recambiar un punto donde debería ir una coma, de rescribir tres veces el capítulo “La estrella fugaz ha caído sobre mí”. Después de haber gastado ingentes sumas en los autobuses que me transportaron a las editoriales de la ciudad. Tras haberme aventurado a una insensata escapada a Madrid para buscar más editoriales, en donde dormí en cajeros y robé comida en Burger Kings. Tras meses de buscar nuevas direcciones de casas editoras por Google, de llamar para confirmar la recepción del manuscrito, de Carmen la rubia o de encuadernaciones ruinosas, hoy recibo con regocijo su carta de respuesta. Sus dos líneas de negativa me han conmovido, en especial su sincera línea “hemos leído atentamente la novela por usted enviada”, un indicio del esmero que ha volcado en la novela a la que dediqué los últimos seis años de mi vida. Y si bien sentí cierta desilusión al leer la siguiente línea (“sin embargo, dicho manuscrito no encaja con la política editorial de nuestra casa editora”, línea cuya enorme sinceridad me hizo pasar por alto la redundancia cometida), esta frase fue atenuada al continuar con el clásico pero no menos cálido “Sin otro particular, lo saludamos atentamente”. Para finalmente llegar a la firma “Joan Sesoll”… Una firma de puño y letra. Al principio pensé que era de estas cartas automáticas con la firma escaneada, pero después de un minucioso análisis a trasluz pude percibir la presión de la lapicera en la segunda L, o la cadencia cuando escribe la J. Y me convencí de que esa forma de rubricar corresponde a una persona con sensibilidad, a un editor no sólo con sapiencia, sino con una envidiable capacidad de empatía y de capturar la esencia y la verdad última de cada obra que cae en sus manos. Por eso me siento orgulloso de que una persona como usted, con su experiencia y pasión, se haya molestado en robar unos minutos de su preciado tiempo para decir NO a la novela por mí enviada. Es un honor su negativa. Satisfacciones que un autor novel como yo espera con ansias, que lo motivan a seguir creyendo en la literatura. Por eso, señor Sesoll, déjeme decirle que casi he llorado de emoción por ese no. Gracias, gracias, gracias por su NO, señor Sesoll. Gracias.

Sin otro particular, lo saluda atentamente,

Armando Sarragasta

PD: por cierto, estos últimos días le he hablado bastante de usted a Carmencita. Me ha dicho que le mande saludos. Ahí van, pues.

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