lunes, 24 de agosto de 2009

Las aventuras de José María Loucost

José María Loucost se levantó temprano por la mañana de su cama de nombre "Malm", montada por él mismo gracias a los dibujitos para estúpidos de IKEA. Se fue a su ordenador HP de superoferta –sin conexión USB, sin entrada para CD y con pantalla plana pero sucia– comprado en MediaMark (él no es tonto), entró a su conexión Jazztel de 14,99 al mes con fijo incluido y visitó la página principal de Ryanair para ver si conseguía vuelos a Londres (mejor dicho, a Standsted, 100 km al norte) a 1 euro ida y vuelta gastos incluidos impuestos indirectos no incluidos. Sólo encontró una oferta a un pueblo que está cerca de un pueblo un poco más grande cercano a una supuestamente alucinante ciudad de pescadores del norte de Letonia. Lo pensó dos veces mientras se comía un cruasán marca Eroski y se tomaba su café marca Hacendado. Acto seguido se levantó, se quitó su camiseta Quechua que usa para dormir y se fue a la ducha. Cogió su jabón Día ("compra uno, lleva dos") y su shampoo marca Delyplus ("si lleva uno le regalamos el cepillito para la espalda"), mientras seguía pensando donde demonios viajar gastando muy poco, sólo con el fin de hacerse la foto con su nueva cámara digital Sorny comprada de cuarta mano a un comerciante de ojos rasgados. Mientras se afeitaba con su espuma Sorli Discount, descubrió un bulto en su cuello. Un bulto rojo, venoso, que le latía y le dolía. Espantado, José María Loucost abrió los ojos con desesperación. El pulso le comenzó a temblar. De inmediato se untó una crema para ocultar imperfecciones del rostro, comprada en Schlecker ("de regalo, tres rollos de papel higiénico"). Se sintió más tranquilo y salió al trabajo. Dos días después, José María Loucost murió. El diagnóstico: galopante infección de tráquea. Después de muchas deliberaciones, los familiares decidieron no enterrar el cadáver, sino cremarlo: era mucho más barato. Al salir de la sala de cremaciones, una tía gorda se acercó al empleado y le pidió si le podía dar el tiquet por los servicios prestados. Lo necesitaba imperiosamente para juntar puntos y conseguir descuentos en Carrefour.

2 comentarios:

T.M. dijo...

Te acabo de descubrir, y con esta entrada me estoy tronchando....jajaja.
Anda que no hay gente así, que mira hasta la última pela.
Saludos.

Jebluss dijo...

¡Un adepto más a la causa! Me alegro que hayas acuchillado al gato de una manera tan aduladora. Espero más de tus comentarios. Una abraçada!