viernes, 7 de agosto de 2009

Imágenes y demás de las presentaciones del libro Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente

Mañana se cumple (o se conmemora) un mes de la última presentación del nuevo libro de relatos intitulado Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente, editado por Hijos del Hule y cuyo autor es este humilde servidor. La promoción y autopromoción incluyó un artículo a página completa en el diario L'Independet de Gràcia, mención en la revista Time Out, en la publicación cultural Literata, en el suplemento cultural de La Vanguardia, recuadro en el matutino El Periódico de Catalunya y hasta una entrevista en la señal barcelonesa COMRadio, entre otras menciones o artículos (algunos están por venir en futuro).

Después de un mes, siento que todo ha sido demasiado rápido, que ha pasado mucho tiempo, que lo tantas veces deseado por fin se ha conseguido, y que ahora lo que toca es enfrentar ese tan extraño y molesto como necesario vacío del "después". Del "¿Y ahora qué?". Mientras aún sigo digiriendo tales elucubraciones, ahora prefiero compartir con la masiva audiencia de este blog las imágenes y palabras que ha dejado esta presentación en sociedad...


Viernes 29 de mayo. La Casa de los Cuentos, Gràcia, Barcelona. La primera de las presentaciones se desarrolló en este tan acogedor y ensoñador espacio. He tenido el honor de ser presentado por el gran escritor José Ignacio García Martín. Agradezco también a Daniel Hareg y a Numancia Rojas , por su gran aportación gran.



Lunes 15 de junio. Bar Eléctric, Barcelona. Servidor en plena lectura de uno de los relatos que componen el libro. En esta velada fui acompañado por la acuática y celestial música del fascinante grupo Selva de Mar.


Jueves 9 de julio. Leyendo mi discurso de presentación en la Sala Ámbito Cultural de El Corte Inglés de Av. Portal del Ángel, Barcelona, acompañado por Patricia Capdevila, mi estimable presentadora, y Lluc Berga, de Hijos del Hule. La velada fue cerrada por Helena Cuesta, cuentacuentos profesional, quien narró oralmente y de manera magistral algunos de los cuentos de la obra.


En este vínculo, más fotos de cada uno de los tres eventos.

Y a continuación, el discurso que leí en la última presentación del 9 de julio...

En cierta ocasión, el poeta Oliverio Girondo había dicho “un libro debe construirse como un reloj, y venderse como un salchichón”. Yo no sé si este libro-reloj que escribí lleva hoy la hora correcta, o si este libro-salchichón que estamos presentando esta tarde haya superado ya su fecha de caducidad. Pero les puedo asegurar que, en todo el proceso de creación de esta obra, he intentado ponerme siempre el traje de relojero. Aunque aún no sé si estoy cien por ciento de acuerdo con la sentencia de Girondo, hoy trataré de ponerme el traje de charcutero.

Podría hablar sobre muchas cosas esta tarde-noche. Podría contar las penurias que he soportado al peregrinar por varias editoriales para intentar publicar esta obra (con respuestas del tipo “lo sentimos, su manuscrito no se ajusta a nuestra línea editorial”, “lo sentimos, no publicamos relato”, “lo sentimos, no publicamos autores noveles” o “no lo sentimos, váyase de aquí”). Podría explayarme sobre el duro proceso de corrección. Sobre las musas, desventuras o anécdotas que me motivaron a escribir cada uno de los relatos. O también podría recordar que este libro-reloj o este libro-salchichón fue acabado de imprimir el día 24 de abril de 2009. Sí, justamente y muy a mi pesar, un día después de la diada de Sant Jordi.

Muchas anécdotas graciosas, tristes, insignificantes, desagradables o sorprendentes podría contar sobre el proceso de creación de este libro. Un libro que, a priori, podría decirse no tiene todas las de ganar. Porque es de relatos, –considerado hoy día un género menor en el mundo editorial–. Porque su autor tiene un apellido largo y difícil de pronunciar. Porque el título del libro es aún más largo y más complicado. Porque no tiene ninguna cita de recomendación en la contraportada. Y porque, para colmo, es una cosa rara, experimental, con dos portadas, impresa en dos direcciones. ¿Estará mal editado? ¿De un lado en castellano y del otro en catalán?

Entre todas estas cosas que podría contaros, ahora, con precisión de relojero, intentaré explicar un poco de dónde viene el cuentagotas, las gotas blancas y las gotas rojas.

Como un cuentagotas que se presiona suave, muy suavemente es un libro en el que he buscado encerrar varios sentimientos, producto de mis experiencias y mis elucubraciones en los últimos tiempos, podría decir en los últimos tres años: la ironía, la soledad, las relaciones edípicas, los amores trágicos, la literatura como válvula de escape, la búsqueda del yo, el vacío que deja el sexo… Sin embargo, todas esas musas se engloban en un solo tema principal: la creación y sus consecuencias. Sobre lo que se sufre más de lo que se disfruta durante el proceso de creación; o sobre aquello que sale de nuestro cuerpo y deja de pertenecernos para siempre. Porque crear, como explica el texto del prólogo, crear es sangrar. Es morir un poco: todos los días morimos un poco, pero al crear aceleramos el proceso… Aunque crear también es eyacular, es dar vida, es expulsar al exterior nuestra energía vital para donarla al universo, es sacar al exterior esas ideas que están alojadas en nuestra conciencia. Ideas que nos atraviesan y nos utilizan para tomar forma de texto, de pintura, de escultura o hasta de hijo. Porque, en realidad, toda creación existe incluso antes de que nosotros existiéramos, está viva desde el nacimiento mismo del universo. El artista sólo es el canal, el médium del que se vale esa creación para ver la luz.

Y así, bajo el paraguas de este tema que repica durante todo el libro, gotea una sucesión de relatos que, si bien tienen total independencia entre sí, están conectados por un mismo hilo argumental. Relatos con protagonistas como Aurelio y Glenda, por ejemplo, dos oscuros amantes que utilizan el sexo para olvidar su hartazgo por la vida, pero cuando advierten que ese mismo sexo que practican por hedonismo puede ser su vía de liberación, ya es demasiado tarde; personajes como Leopoldo, al que se le prohíbe la posibilidad de crear; o como Lucero, a quien sus universos paralelos acaban devorándolo; también aparece un mensajero medieval, una mujer que sueña al amor de su vida, un escritor fracasado, un asesino frente a su víctima… Sin embargo, el personaje que sobrevuela todos los relatos, diríamos el verdadero escritor de estas historias, es un tal Gregorio Jebluss, podría decirse el alter ego de este autor, mi antípoda como diría Millás, o mi heterónimo, a la manera de Pessoa y su Álvaro de Campos. Gregorio Jebluss es el personaje que este autor gesta y utiliza adrede para crear estas historias de vida y de muerte, de creación y vacío, de gotas blancas y rojas.

Este tal Gregorio Jebluss se vale de la escritura para descifrar una sensación de vacío y de deja vú permanente que lo persigue durante semanas. Para hallar la respuesta última creando historias, pariendo personajes, eyaculando, sangrando. Hasta morir. O hasta volver a nacer. Y en esa andadura, Jebluss es puesto a prueba en cada página, es condenado a muerte, es víctima de un complot, decide escapar, muere, resucita, experimenta aún más vacío… Y finalmente, cuando encuentra por fin su respuesta vital, se evapora. Y todo vuelve a empezar.

Y ahora, después de haber vomitado las letras que hoy forman parte de esta obra, que están elegantemente encoladas y expuestas en ese librito que está ahí a la venta, ahora soy yo el que siente en carne propia esa sensación de vacío, esa misma sensación a la que sometí a los personajes de cada relato. Y pienso: al final, los muy cabrones de mis personajes se salieron con la suya y consiguieron vengarse...

Pero igualmente soy de los que piensa que cuando algo muere, algo vuelve a nacer. Hoy, jueves 9 de julio de 2009, una parte de mí muere con la presentación de este libro, de este libro reloj o libro salchichón. Pero esa parte de mí que muere, también está naciendo. Estas gotas que están evaporando en esta presentación, muy pronto precipitarán y serán recibidas nuevamente por la tierra, por esta tierra. Y de esta manera, yo también, al igual que todos los que estamos aquí presentes, yo también volveré a nacer.

Para terminar, quiero agradecer a muchas, a muchísimas personas que, en mayor o menor medida, me dieron una gran mano para que este libro sea una realidad. Varias de esas personas están hoy en esta sala, otras se encuentran bastante lejos de aquí. Agradezco muy especialmente a José Ignacio García Martín, que desde el inicio se ha implicado tanto en la lectura del manuscrito, como en la corrección y en la primera presentación. A Patricia Capdevila, aquí a mi lado, por ceder su simpatía y su entendimiento para presentarme esta tarde. A la editorial Hijos del Hule, por darme la posibilidad de publicarlo y de inaugurar la colección Alambique. A Karina González por la paciencia y por la foto que aparece en la solapa. Y a David Padrosa, el diseñador de la portada, por haber sabido interpretar a la perfección el concepto de la obra, y haber traducido en gotas blancas y en gotas rojas lo que cierto día –con varias cervezas de por medio– le había explicado en un garito del barrio Gótico. Sin todos ellos, difícilmente este libro y esta presentación habrían sido posibles.

Y hasta aquí llegan mis palabras. Sólo deseo que el reloj que hoy estamos presentando aún conserve la hora exacta. Y que, durante mucho tiempo, el salchichón no supere su fecha de caducidad. Muchas gracias.

1 comentario:

Todo Verde dijo...

hey!!! Y cuándo va a llegar este libro a la Argentina???