martes, 26 de enero de 2010

Narraciones en un dedal / 5
El cartel





Orgulloso, el joven Wang salió de su tienda con el cartel que acababa de preparar. Lo colgó bajo sus platos y lo leyó con la satisfacción del trabajo bien hecho. En esta tienda se vende sabroso mo-mo, sentenciaba el cartel. Al rato, un anciano de nombre Chang se acercó y miró con curiosidad las letras escritas. “¿Para qué tantas palabras, tendero? –le recriminó–. Es evidente que el mo-mo se vende en este mismo sitio, ¿no?”. Y sin dudar, el viejo cogió un trozo de papel y borró la frase En esta tienda. Una hora después, el hombre más rico del pueblo pasó frente al puesto del joven Wang y leyó el cartel. “Es evidente que el mo-mo lo vendes. ¿O acaso lo regalas?”. Y le borró las palabras se vende. Tras un rato de espera se acercó una anciana mujer, que Wang recordó que se llamaba Chun. La vieja Chun se aproximó al joven, levantó su dedo índice y le amonestó con estas palabras: “Estimado tendero, es evidente que tu mo-mo debe ser sabroso. ¿Por qué gastas palabras en decir obviedades?”. Y le borró la palabra sabroso. Acto seguido se acercó un niño, lo saludó con una reverencia, miró la mercancía y le increpó: “Honorable Wang, es evidente que lo que hay aquí es mo-mo”. Y el niño borró con unas hojas de árbol las únicas palabras que quedaban en el cartel. El joven Wang vio cómo se alejaba el niño, mientras el humo del mo-mo puesto a la venta se expiraba y entremezclaba con la filosa brisa del otoño.

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