domingo, 28 de noviembre de 2010

Te doy un libro, me das tus palabras / 3




Núria me trajo un día determinante en su vida, más una anécdota sobre la tolerancia, y se llevó la versión ilustrada de El extranjero, de Camus.




 

viernes, 26 de noviembre de 2010

Te doy un libro, me das tus palabras / 2


A cambio de la versión italiana de Carta al padre, de Kafka, Alex me narró en pocas palabras el día más triste de su vida, y a continuación una anécdota sobre lo pequeño del mundo.

 

domingo, 21 de noviembre de 2010

Te doy un libro, me das tus palabras / 1

¡Por fin! Después de una larga lucha con la tecnología, finalmente he conseguido descargar los comentarios recogidos tras la campaña "Te doy un libro, me das tus palabras". Muy a mi pesar, y a raíz de estos inconvenientes, varios testimonios se han perdido... Pero como aún me quedan libros, en algún momento volveré a la calle a intercambiar palabras escritas por orales.

Comienzo la serie con el primer testimonio, el de mi amigo Palimp quien, a cambio del libro Liquidación, de Imre Kertesz,  narró brevemente el día más feliz de su vida. O, mejor dicho, los dos días más felices de su vida:

 


Bonus track. La propuesta también consistía en narrar una anécdota interesante a cambio del libro, a fin de que este servidor transformara esa historia oral en escrita. Aunque la anécdota de Palimp pronto será tranformada en texto, en este caso me permito añadir su testimonio oral. Su manera de narrarla lo amerita:



   

lunes, 15 de noviembre de 2010

jueves, 4 de noviembre de 2010

     
Hace unos años, un autor francés contemporáneo reflexionó:


Natsume Soseki es el fundador de la novela japonesa moderna. Su cara es una de las más conocidas en su país: figura en el billete de mil yenes desde hace veinte años. Circula de mano en mano, dibujada a ambos lados de un pequeño rectángulo de papel que lleva el sello del Banco de Japón. Es la única cara de escritor encargada de representar a todos los japoneses entre otras caras de príncipes, ministros y demás figuras oficiales de la historia nacional. Pero los escritores de verdad –y esta regla no tiene excepción– parecen cualquier cosa menos escritores. A menudo diríamos que son banqueros, profesores, médicos. O bien altos funcionarios que administran cómodamente los asuntos del Estado en cualquier despacho un poco secreto. Si no hubiera existido el minúsculo e insignificante azar que otros llaman vocación, ejercerían cualquier oficio y les daría lo mismo. Nada hay más risible que un escritor con aspecto de escritor, que acentúa el ridículo con orgullo. La habitual y neurótica profesión de fe del mal novelista, el poeta mediocre que confiesa escribir por necesidad, que tal ocupación es indispensable para su equilibro y supervivencia… Yo me atengo a este principio: nunca confiar en un escritor que habría sido incapaz de ser también cirujano, magistrado, piloto de línea, o que lo hubiera rechazado si las circunstancias se lo hubieran presentado.  

 

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Nota aclaratoria...


En respuesta a la pregunta de ciertas personas respecto a los testimonios grabados y recogidos en el happening de hace algunas semanas –cuando regalé mis libros– , estoy intentando resolver un problema técnico (no esperado) que me permita bajar la información de un soporte digital a otro. La tecnología a veces suele fagocitarme de esta manera. Anhelo que esta solución llegue pronto. De todos modos, disculpas por las molestias ocasionadas. Estamos trabajando para usted.
Atentamente,

Comisión Reguladora de Decati Sonde Teibol