Los domingos por la tarde, pienso, son los peores momentos en la vida de una persona para comenzar algo, para dar el pistoletazo de salida a proyectos que conlleven un cierto tiempo para su proceso. Son, incluso, momentos nefastos también para pensar. Momentos que de tan vacíos se tornan inexistentes. Por tanto ¿cómo pensar durante un momento que no existe? Hoy me convenzo de que nunca tengo que proponerme a iniciar algo cuyo proceso implique cierta duración, durante un domingo por la tarde. O bien me espero al lunes a la mañana o durante cualquier otro día. Pareciera que todo lo que se inicia un domingo por la tarde tiene destino de fracaso, un noviazgo, un rodaje, una pintura, esculpir, firmar un contrato, comenzar a leer un libro, o a escribirlo, montar una repisa, hacer un piercing, lavar la terraza, concebir un hijo, practicar sexo anal por primera vez, llorar, amar, odiar... Hoy es un día gris, frío, las chispas de agua caen sobre mis mejillas como escupidas por un spray y me cosquillean la nariz. Absorbo mis mocos y me convenzo de que los domingos por la tarde no sirven para comenzar algo. Sólo son útiles para acabarlos.
1 comentario:
Buen comentario acerca de la abulia dominguera.
Me causó refleccionar que pudiera poseer a muchos en su ola ociosa en formas extrañas,aunque a veces es mejor sumarse al descanso.
Leí una frase de Anaís Nin que dice que escribir es de las pocas actividades divertidas que nos quedan,y sí, basta traer el bioritmo arriba.
Ando por elmicrorrelatista con un cuentito nuevo que puse.
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