viernes, 6 de agosto de 2010
Efecto domingo por la tarde / 4
Hoy encontré una T10 en el suelo que le quedaba un viaje. Fue una señal. Miré en el mapa del metro cuál era la estación más lejana y hasta allí fui: Can Cuiás. Caminé por las calles suburbanas, llenas de caras ojerosas, perros que paseaban solos, baches y bares que despedían olor a grasa. Los pies se me pegaban al asfalto mojado por la garúa y el barro que dejaban camionetas y autobuses. Era domingo por la tarde y yo caminaba solo mientras me ajustaba la bufanda cada dos por tres, hacía frío y viento allí arriba en comparación a la calle Asturias. Me metí en uno de esos bares, el olor a grasa se mezclaba con el de arroz, en la tele sobre la verde hierba corrían Jerez-Zaragoza, creo. Me pedí una caña y la espuma se entremezcló con el humo del tabaco que fumaban los cuatro o cinco viejos que jugaban dominó, gritaban desaforadamente u hojeaban el Mundo Deportivo con las hojas manchadas de grasa. Volví a la calle, encontré un recodo desde el que se veía toda la ciudad. La mancha gris detrás, y delante el azul mediterráneo. Me quedé ahí sin moverme durante un largo rato, quizás una hora, contemplando la silueta de Barcelona. Las mangas me goteaban, la garúa resbalaba con insistencia por la superficie porosa de la chaqueta. Ante esa vista de pájaro intenté adivinar dónde estaba mi casa, pero me sentí cansado. Volví a la estación del metro y me fui a dormir, para esperar encerrado en mi gueto la llegada del evasivo lunes por la mañana.
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3 comentarios:
Como asomarse a una novela que me gustaría leer.
Enhorabuena, Franco. Un saludo,
PABLO GONZ
Merci, amie...
De hecho, es el embrión de una novela en ciernes.
Una abraçada.
Espero leerla algún día, el inicio a pesar de la garúa y la grasa invitan a la lectura .
Salut
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