lunes, 10 de mayo de 2010
Gente negativa / 4
Es un náufrago y se llama Aquiles. Podría haber tenido cualquier otro nombre, pero se llama Aquiles. Aquiles flota en un mar sin nombre, sin nombre al menos para él. La cabeza de Aquiles reposa sobre cuatro maderas unidas por sendos clavos, sobre aquel mar sin nombre, al menos para él. Aquiles ve un mar vertical desde la delgada raja que le dejan ver sus párpados. El mar sin nombre –al menos para él– balancea con pesadez las cuatro maderas unidas por sendos clavos, con el mismo movimiento que su hermana mayor lo acunaba de pequeño. Las maderas se lamentan con berridos cortantes, suenan casi igual que el crujido de sus vértebras. Aquiles sonríe y deja a la vista los tres o cuatro dientes que le quedan, aunque nadie a miles de millas a la redonda pueda verlos. Aquiles se incorpora, apoya la mano derecha sobre la madera del extremo derecho, la izquierda sobre el izquierdo. Ahora el mar se ve horizontal. Aquiles chasquea la lengua, hace meses que no bebe agua. El agua que lo rodea no es agua, son millones de gotas unidas una a la otra. Aquiles se frota los ojos, se alisa la barba, mete los pies en las gotas, que ahora se inclinan hacia la derecha. Hacia la izquierda. Hacia la derecha. Hacia la izquierda. Las cuatro maderas, los millones de gotas, el mar sin nombre, las siete letras del nombre Aquiles, todo permanece inmutable, no hay cambios, Aquiles navega sin saber de dónde viene ni adónde va. Aquiles está bien consigo mismo, no siente angustia ni sed ni soledad ni escozor. Esta historia no tiene conflicto y sin embargo es una historia. Porque yo soy el autor y digo que es una historia. Y me importa una mierda, queridísimo lector, lo que usted piense. Váyase de aquí si no le gusta. O quédese e insúlteme en los comentarios de aquí debajo. Yo quiero que Aquiles siga navegando durante toda la eternidad en este mar infinito, sin islas, sin nombre al menos para él. Sobre las cuatro maderas crujientes, con los tres o cuatro dientes que le quedan. Y asi lo hará. Punto final.
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5 comentarios:
No prosigue navegando un relato,
meramente porque ésta es voluntad del escritor,para ésto requiere la participación del lector;sin lector;el relato y el escritor,ambos se hunden.
Qué más quisiéramos que bastara con desear las cosas.Ya llevaría yo un rato volando e inmortal dedicado a mis labores de angel semental.
En cuanto a su invitación a ser insultado por desear darle tal giro a su cuento,no considero que sea procedente hacerlo.Especialmente porque yo mismo como escritor me veo en todo
tipo de apuros para resolver la narrativa,no me sabría bien insultar a un colega solo porque se
empecina en atorar una circunstancia en la secuencia de los hechos,si usted cree que ésto funcione respeto su criterio.
Estimado amigo, sólo quería retomar un poco la tónica con la que este blog fue gestado: ironía pura, descreer absolutamente todo lo que se haga o se diga y quitarle la coraza a las palabras, desvalorizarlas, relativizarlas a través de esa gran figura de dicción llamada ironía. La idea es seguir la línea "negativa" de los últimos posts, utilizando la premisa (de forma irónica, también) de "destruir para construir". Creo que la ironía relativiza y nos hace tomar la vida no tan en serio, sino más como debe ser, como agua que se resbala de las manos pero no por eso no deja de refrescarnos. De todos modos, si se ha sentido ofendido por el recurso, mis más sinceras disculpas.
Un fuerte abrazo.
Por favor,en ningún momento aparece ni la niebla de la ofensa.
Es mi intención siempre la de aportar una crítica constructiva o al menos complementaria,entre quienes considero conocemos los laberintos a los que nos puede conducir la búsqueda de la resolución de una historia,y disculpe mi torpeza al no captar la ironía,le había dado lectura de momento explosivo,válido también en un arrebato de neurosis,y en algunas ocasiones incluso fructífero.
El nombre de Aquiles no me gusta pero como es una historia que no tiene conflicto no me voy a poner a discutir por ello. Al fin y al cabo bastante tiene el pobre con navegar por toda la eternidad, porque así lo quiere un autor, sin beber y sin tener sed con los tres o cuatro dientes que le quedan.
Salut
En el sufrimiento de un ser vivo había descubierto una forma de redención estética, de arte grotesco, donde las convulsiones, los estertores y los alientos apagados se habían convertido en motivos de una celebración conminada a su salvación personal.
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